lunes, 13 de febrero de 2012

En algún momento de mi vida

    Fue entonces cuando abroché el último botón, acomodé el nudo de la corbata y lo maté. Con un tirón de cámara lenta y con el estirar de todos mis dedos. Como si fueran la extensión de ese grito que se estancó por años entre las muelas de mi lengua.
    Lentamente fui viendo como sus pecas se entintaban con un mora que contrastaba con la palidez de su rostro. Y dudé. Me vinieron a la mente todas las chocolatadas frente al televisor de tardes sin colegio. Las golosinas sin horario y las hamacas de parado con ojos que se cierran en lo más alto, retrasándolo todo. Sentí sus manitos revolotear, pero no fueron lo suficientemente fuertes como para detenerme. No habría más trampas en la escoba de quince con la abuela. Ni besos en mejillas tímidas. Su aliento de caramelo se ahogó en la quietud de la impotencia. Sus ojos traviesos de preguntas se abrieron como una boca. Y se inundaron de sentimientos que no pudo comprender.
    Aun así ajusté el nudo. Y cuando sentí que ya no luchaba, una frivolidad de lija opaca se instaló en mis ojos. El caer de sus dedos parecía llegar hasta el piso como una sombra. Un aspirar de polvo llenó mis pulmones y una comisura de ceño firme se instaló en mis labios. Los gusanos brotaron desde lo más negro de la tierra tapando su cuerpo de juguete. Y se ocultó para siempre su capricho virgen de bromas crédulas. La carne se abrió. Los huesos tragaron su piel. Y en el caer de un grano de arena, simplemente desapareció.
    Me erguí hasta chocar con la vista el techo. Pensé en números. Pensé en futuro. Respiré la firmeza de mi cuerpo. Sentí que el traje era mi piel y miré la hoja sobre la mesa. Esa hoja que olía a éxitos venideros y a seguridad. Y sin dudarlo un instante, tomé una lapicera de vivos dorados con punta de pluma y me dispuse a escribir mi nombre.

    Hoy, sólo puedo pensar en esta cárcel de arrugas duras que se resquebrajaron extrañando al sol. En mis grietas descascaradas. Y en ese agujero negro que se tragó la ausencia de mis lágrimas.