martes, 6 de septiembre de 2011

Con el quebrar de tu sombra

    A vos, que entre tonos amargos y sonrisas roídas en cartones húmedos de tinta rancia te perdés en el sincolor de la luz tenue de un verano en vela. Vos, que tenés formas imprecisas camufladas en contornos finos que surcan las veredas de un césped amaizado en seco y atornillado al sol. Que carecés de dientes y ojos y llantos que responden inexpresivamente a los gritos efervescentes de una luna renga en fanfarroneos de caras hinchadas. A las caricias de un te felicito hecho en gelatinas y papel manteca. A vos, que sos parte de la vida de otro y aun así, te animás a controlar la mía. Te veo. A los pies de un amigo con mi sangre. Entre el claro y lo difuso. En la estirpe de la mano que te trae junto a un entrecejo tupido en el sinsabor de sus uñas despintadas. Y en la estirpe moribunda que dejás.
    Vos, que olías a temor. A desafíos de piel reseca. Y a sueños rabiosos que recalaban bajo la tierra, bajo las raices, bajo los cuerpos infestados en gusanos arrugados de tanto morder y que tanto se negaban a dormir. Que empañabas con tu manto mi pensar y que tu silueta encerraba mi camino. Silenciabas metas. Me regalabas vergüenza y envidia. Te veo.
    Y ahora que te veo, me doy cuenta de que tus pasos no traspasan mi barrera. Y de que tus formas se camuflan en las mías. Que sos vos quien desconoce de horizontes en un mar de polvo convertido en semillas que crecen con la brisa de una torta en deseos sin disfraces. Quien desconoce amaneceres. Ahora, que tu voz calla y tu oído escucha, te veo y te confieso mi ambición. Como una culpa de alfileres sobre un colchón de noches. Como una voz baja que se escucha a lo lejos, preguntando por un perdón.